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EFECTOS Y CONSECUENCIAS DE LAS MASCULINIDADES HEGEMÓNICAS
Si es la primera vez que estás leyendo acerca de masculinidad hegemónica y quieres saber a qué se refiere, consulta el artículo anterior: Acerca de la masculinidad y el cáncer de próstata.
El hombre “debe ser…” ¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase? La sociedad patriarcal en la que vivimos exige unos estándares y establece unas normas para el hombre que no son realistas y, en muchas ocasiones, tampoco funcionales, para permitir un desarrollo psicológico adaptativo en el varón. Se suele denominar como “masculinidad frágil” a la amenaza a esa masculinidad hegemónica o tradicional; es decir, a aquellos comportamientos o al desempeño de ciertos roles que no se engloban dentro de “lo que un hombre debería ser” o “cómo un hombre se debería comportar”, según las normas socioculturales. No obstante, os pregunto, ¿Qué es ser un hombre sino un ser humano más, una persona con sus propias inquietudes, emociones, sentimientos, preocupaciones y situaciones? Con su la individualidad y particularidad que, aunque pueda ser común a otros hombres, no deja de ser única y exclusiva de uno mismo.
El diagnóstico de cáncer en el varón, puede dar lugar a que, debido a la vulnerabilidad que la propia situación suscita, se tienda a creer en esa “masculinidad frágil” y, por temor a no caer en ella y seguir preservando unos valores, ideas y comportamientos propios de la masculinidad tradicional, el sufrimiento que la propia situación oncológica conlleva se vea acentuado.
Se tiende a una restricción emocional (“un hombre no llora”; “hay que tirar adelante y que la familia/gente no te vea mal”; “tienes que ser fuerte”): sentir miedo, ganas de llorar, tristeza, incertidumbre y mostrarse vulnerable ante un cáncer NO hace al hombre débil. Son reacciones normales que hay que acoger y aceptar en nosotros. Estamos atravesando un momento complicado y de amenaza a nuestra salud física y a nuestro entorno (laboral, personal, familiar…). Claro que vamos a sentirnos así.
La restricción emocional, conlleva a un rechazo de emociones ligadas a la propia vulnerabilidad: tristeza, miedo, impotencia… Este tipo de emociones se asocian a características femeninas y, por ello, la masculinidad tradicional las rechaza en el hombre. No obstante, los hombres poseen las mismas necesidades psicológicas y emocionales que las mujeres, aunque existe en el imaginario sociocultural un mandato que prohíbe a los hombres la satisfacción de esas necesidades humanas. La Asociación Americana de Psicología (APA) refleja que esta masculinidad hegemónica/tradicional es perjudicial para la salud.
Expresión del deseo heterosexual, entendido como tener altos niveles de deseo sexual y dar placer a la pareja, fundamentalmente, a través de la penetración (“un buen macho ha de cumplir”): dependiendo de los tratamientos e intervenciones a los que nos hayamos sometido o estemos en ello, los efectos secundarios serán unos u otros, pero pueden interferir en la respuesta sexual (disfunción eréctil, déficit de deseo sexual, ausencia de eyaculación…). Un encuentro sexoafectivo va más allá de la penetración. Sentirnos vinculados a nuestra pareja íntimamente engloba múltiples actividades y momentos. Para poder sentirnos cómodos ante esta nueva situación, en primer lugar, hay que comprender qué está ocurriendo en nosotros mismos y, en segundo lugar, y más importante, fomentar una buena comunicación en la relación para, juntos, descubrir nuevas formas de relacionarnos sexoafectivamente, conociendo y teniendo en cuenta a nuestra pareja.
¿Habéis percibido esta contradicción entre cómo deberíais ser o comportaros y qué os gustaría hacer o cómo os gustaría mostraros en momentos de gran vulnerabilidad?
IRENE LORENTE VALERO – PSICÓLOGA GENERAL SANITARIA